Los ictus son conocidos popularmente por muchos nombres, como ataques cerebrales, accidente cerebrovascular, derrames cerebrales, trombosis, isquemias. Realmente son parecidos, pero no son lo mismo ni tienen igual pronóstico. Ocurren más frecuentemente en las personas de edad.
Pero el denominador común es que una parte del cuerpo y de la cara se ven o pueden verse afectadas en su movimiento, y según la magnitud del daño, otras funciones del cuerpo pueden verse afectadas.
Detrás de la mayoría de los ictus está la presión alta como le factor de riesgo prevenible más importante. Mientras más controlada tengamos la presión, la posibilidad de padecer de un ictus disminuye mucho.
¿Qué es el ictus?
Cuando ocurre un ictus, habitualmente le pasa algo a la circulación del cerebro. El cerebro es alimentado por arterias, que llevan el oxígeno y los nutrientes necesarios para que las células cerebrales funcionen. Si estas arterias se tupen por algún motivo, deja de llegar sangre a una parte del cerebro y las células cerebrales se comienzan a morir. Estamos en presencia de un ictus isquémico.
La arteria se puede tupir porque se estreche tanto que deje de fluir la sangre, o por un coágulo que viaja por la sangre y la tupe.
El estrechamiento es producido por la aterosclerosis, y habitualmente una alimentación poco sana, la presión alta y la diabetes son sus principales factores de riesgo para que esto ocurra.
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Cuando un coágulo viene por la sangre y tupe una arteria del cerebro, casi siempre se origina en el corazón o en las arterias carótidas, que están en el cuello.
Si la obstrucción es pasajera, dura poco tiempo, y no deja daños permanentes, estamos en presencia de un ataque transitorio de isquemia o ATI, como también se le conoce. Las personas habitualmente se refieren a este hecho como “tuve una isquemia”. Muchas veces estos ATI ocurren como preámbulo de un ictus isquémico importante. Constituyen una alarma a la que se le debe prestar atención.
Lo que hemos visto hasta ahora son los llamados ictus isquémicos, que provienen del término Isquemia que a fin de cuentas quiere decir falta de circulación sanguínea.
El otro tipo de ictus se produce cuando la arteria se rompe, y sale sangre de manera brusca y comprime las células que están cercanas a la ruptura. Estas células mueren. Es lo que se conoce como un ictus hemorrágico o hemorragia cerebral. El ictus hemorrágico tiene peor pronóstico si lo comparamos con el isquémico.
Tanto en uno como otro, pueden dañar zonas del cerebro que controlan los movimientos del cuerpo, así como otras funciones del mismo. Según el lugar donde se produzca, y la cantidad de células muertas, así será el daño posterior.
¿Cómo se puede determinar si estamos en presencia de un ictus?
Los ictus ocurren habitualmente de manera súbita e inesperada. Los síntomas pueden variar mucho de una persona a otra, pero con frecuencia las personas refieren dolor de cabeza casi siempre fuerte, mareos, notan que tienen una parte del cuerpo dormida o que no responde. Si la persona puede caminar, lo hace con dificultad, se “va de lado”, y le puede costar trabajo entender lo que le dicen o hablar. Puede haber torpeza y falta de coordinación.
Si presenta algunos de estos síntomas de forma súbita, no dude en pedir ayuda y acudir rápidamente a un servicio de salud donde atiendan urgencias.
¿Cómo se puede evitar un ictus?
En ocasiones, al tener un ictus es cuando se sabe que la persona tiene la presión alta, es diabética o padece de alguna enfermedad del corazón, como tener una válvula dañada o padecer de algún trastorno de ritmo del corazón, el más frecuente como factor de riesgo del ictus es la fibrilación auricular.
Los ictus pueden prevenirse. La prevención no quiere decir que no va a ocurrir, sino que la probabilidad de que ocurra es menor. Todo lo que reduzca la posibilidad de tener aterosclerosis, disminuirá la ocurrencia de ictus.
¿De qué estamos hablando? Pues de no fumar, de tomar alcohol de forma responsable sin excesos, de hacer una dieta saludable, de realizar actividad física, y de controlar algunas enfermedades si la padecemos, como la diabetes, corazón y principalmente la presión alta.
Cuando dejamos de fumar, aún después de haber fumado muchos años, los beneficios se notan bastante rápido. Mejora la respiración, la probabilidad de cáncer pulmonar disminuye, y el daño aterosclerótico por el cigarro se detiene o disminuye mucho.
Se conoce que tomar hasta dos tragos diarios de una bebida espirituosa como whisky, coñac, ginebra, vodka, entre otras ayuda al sistema cardiovascular. Hay estudios que plantean que el vino tinto, en cantidades de hasta dos vasos medianos diarios, puede llegar a ser superior a las bebidas fuertes en cuanto a protección cardiovascular.
Con respecto a la dieta, hay estudios recientes que plantean que la dieta mediterránea disminuye más que los medicamentos la probabilidad de tener enfermedades cardiovasculares. Esta dieta consiste en ingerir abundantes legumbres, frutos secos, verduras, frutas frescas, que las carnes sean preferiblemente blancas (pollo y pescado), y la grasa que se use sea aceite de oliva, aunque se debe freír lo menos posible. A estos alimentos se le añaden el vino tinto en las cantidades citadas anteriormente.
Además de estos elementos de la dieta mediterránea, en general se aconseja que no ingiramos exceso de sal, así como que comamos pocos dulces.
La actividad física mejora muchas cosas, dentro de ellas disminuye la presión arterial, el sobrepeso, y se ha visto que tiene efectos beneficiosos en el cerebro, según algunos estudios. Lo ideal es hacer ejercicios del tipo aeróbicos, como caminar, bicicleta o nadar, pero también se sabe que personas mayores con limitaciones físicas, mejoran sus niveles de azúcar en la sangre y la presión arterial con solo pasear al menos unos minutos al día, en vez de quedarse sentados todo el día. Es decir, mientras más ejercicios hagamos mejor, pero también algo es mejor que nada.
¿Qué no se debe cambiar?
Hay algunos factores de riesgo que no se pueden modificar, y que aumentan el riesgo de padecer un ictus, como la edad (a mayor edad más probabilidad de padecer un ictus) el sexo (los hombres tienen más riesgo de padecerlo), las personas afroamericanas tienen también mayor riesgo.
¿Qué enfermedades debo controlar para no padecer de ictus?
Hay enfermedades que aumentan la probabilidad de padecer un ictus. Tener colesterol elevado, padecer diabetes, tener fibrilación auricular y tener la presión alta son las principales.
Por ello, debe tener controlado los niveles de colesterol, de azúcar, y ambos se regulan con dieta o medicamentos según le indique su médico. La presión arterial debe permanecer por debajo de 140 la máxima y 80 la mínima para que sea normal, y si padece de fibrilación auricular su médico le indicará algunos medicamentos para evitar que se forme un coágulo en el corazón y se desprenda hasta el cerebro.
Es importante que acuda regularmente al médico para detectar tempranamente cualquiera de estos factores.
La buena noticia es que se ha demostrado que mientras más temprano en la vida comencemos con estos cambios en el estilo de vida, mejor resultado tendrán, pero también se sabe que estas medidas preventivas surten efecto a cualquier edad que se comiencen. Así que, nunca es tarde, anímate…
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