Si has llegado hasta aquí tratando de identificar si lo que te está ocurriendo ahora son en realidad síntomas de un infarto, te invitamos (y sin que sirva de precedente) a cerrar nuestra página y llamar inmediatamente al 112. Es mejor hacer una llamada de socorro que finalmente se quede solo en un susto antes que quedarnos viéndolas venir y tratar de buscar solución cuando ya es demasiado tarde.
Al contrario de lo que se piensa, los síntomas de un infarto no siempre son fáciles de reconocer, aunque la combinación de varios te pueda dar una pista sobre lo que te está ocurriendo, en ocasiones son señales demasiado comunes. Ante la mínima duda, llama al doctor y, si puedes prevenirlo, mejor.
Síntomas de un infarto que pueden salvar vidas
Problemas para respirar:
Sensación de ahogo, dificultad para hablar, respiración con un ritmo atípico… Son solo algunas señales relacionadas con la respiración que pueden ser en realidad síntomas de un infarto. Lo curioso en este caso es que se puede presentar tanto unos minutos u horas antes del episodio, como unos meses antes. Si notas cambios, aunque sean sutiles, acude a un médico para realizarte un chequeo a tiempo. No lo dejes para más tarde.
Vómitos y náuseas:
Los médicos nos alertan sobre esta característica que no solemos relacionar con los síntomas de un infarto pero que pueden ser el preludio de un ataque. No vamos a correr al médico solo por vomitar en una ocasión, ya que puede deberse a cualquier indigestión o virus, pero si notas alguna otra señal o tienes antecedentes de problemas cardiovasculares en tu familia, vigila tus náuseas.
Dolor localizado:
Entre los síntomas de un infarto, el más característico es el del dolor. Dolor en el brazo, hormigueo o entumecimiento, dolor en el corazón y en el pecho son los signos más claros de un infarto que no tardará mucho en aparecer. No te confíes, a veces no se manifiesta de esta manera, pero en caso de hacerlo nuestro cuerpo nos lo pondrá fácil para detectarlo.
Sudoración y salivación excesiva:
El sudor frío sin causa aparente y la sialorrea pueden estar causados por el esfuerzo al que estamos sometiendo al corazón. Es la respuesta natural del cuerpo a la fatiga que nos produce cualquier sobreesfuerzo. En esta ocasión, no se trata de un esfuerzo externo o visible, si no una carrera de fondo que está corriendo nuestro corazón y que nos pide de esta manera que le ayudemos a suavizar el ritmo.
Con la salud no se juega y con el corazón tampoco. Los accidentes cardiovasculares están a la orden del día y representan más de un 30% de las muertes en España. Entre ellas, más de la mitad se deben a un infarto. Aprende a reconocer sus síntomas, lleva tus chequeos al día y no descuides a ese fiel compañero al que llaman corazón.
