La fructosa es una forma de azúcar natural que podemos encontrar en las frutas (como su nombre bien nos indica), en las verduras y en la miel. Este endulzante, a diferencia de los demás azúcares, necesita un proceso de metabolización más lento, por lo que los niveles de glucemia (nivel de azúcar en sangre) aumentan de forma más lenta de forma que se producen niveles más bajos de insulina. Esto nos lleva a pensar que la fructosa no sólo no es mala, sino que es beneficiosa para la salud y para aquellos que padecen diabetes. Entonces, ¿cuál es el problema?
La fructosa y sus beneficios
La fructosa es beneficiosa para el sistema nervioso central, los músculos y el cerebro.
Como ya hemos comentado, a parte de ser un endulzante natural, la fructosa tiene un proceso de metabolización más lento que la glucosa. Esto se debe a que todos los monosacáridos (azúcares) son absorbidos por nuestro cuerpo durante la digestión principalmente en el intestino. Sin embargo, en el caso de la fructosa, la absorción se produce principalmente en el hígado. Esto nos lleva a los bajos niveles de azúcar en sangre con respecto al resto de monosacáridos y su consecuente beneficio para aquellas personas que sufren de diabetes.
Por otro lado, y a pesar de tener la misma concentración calórica que el azúcar normal, la fructosa es mucho más dulce, por lo que con menos cantidad obtenemos el mismo dulzor y, por consiguiente, menos calorías. Es por eso que es beneficiosa durante las dietas o para personas con obesidad.
Problemas en su consumo
El problema que nos encontramos a la hora de hablar de la fructosa se resume básicamente en lo mismo que se pueden resumir los problemas deribados de la alimentación: el exceso.
A priori, la fructosa es sin duda beneficiosa para la salud, sobre todo si la obtenemos directamente de la fruta, pues éstas nos aportan de otras propiedades nutritivas necesarias para nuestro organismo. Ahora bien, la sintetización de la fructosa para cierto tipo de productos como son los refrescos, la bollería o las golosinas; nos hacen ingerir más cantidad de la necesaria y, como en cualquier aspecto de la vida, el exceso no es bueno.
Como hemos comentado anteriormente, la fructosa se metaboliza lentamente a través del hígado. Esto quiere decir que si ingerimos mucha cantidad de fructosa, más de la que podemos gastar, corremos el grave riego de sufrir de hígado graso no alcohólico.
También se ha asociado el exceso de fructosa a un aumento de triglicéridos en sangre, hipertensión arterial, disminución del colesterol bueno e incluso del aumento del ácido úrico.
Entonces, ¿qué hago?
El problema de la fructosa y de los estudios que se han llevado a cabo sobre sus riesgos es que muchas personas se lo toman al pie de la letra y dejan de tomar fruta, lo cual es un error.
Lo importante es saber qué cantidad de fructosa tenemos que tomar, que es prácticamente la que proviene de la dosis diaria de fruta y verdura recomendada (es decir, unas cinco piezas). Tampoco pasa nada si en vez de cinco piezas, nos tomamos seis o siete, claro que tampoco nos vamos a comer cuatro kilos diarios de manzanas, por ejemplo.
Por otro lado, vigilar los productos que compramos (refrescos, zumos, golosinas) y disminuir su ingesta, lo que no significa que no nos podamos dar un «caprichito» de vez en cuando.
Así que, ¿lo mejor? Comer de todo, sin excesos de ningún tipo, sabiendo exactamente lo que comes y qué beneficios y riesgos tiene para tu salud.