Mantener una alimentación y actitud saludable son elementos claves para vivir más y mejor. Pero mencionar estos factores no implica por si solo una receta mágica, ni es algo tan sencillo de lograr. En ocasiones dependen de comportamientos adoptados desde edades muy tempranas y es necesario estar muy convenicdos de que podemos lograrlo y comprender que nunca es tarde para cambiar mente y cuerpo.
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Muchos expertos consideran, no obstante, que trabajando con constancia podemos “enseñar” a nuestro cuerpo a decidirse a elegir estas premisas, pues funcionan en dependencia de lo que pensamos y comemos.
¿Qué es una alimentación y actitud saludable?
Una alimentación y actitud saludable se sustentan en tomar decisiones responsables e incorporar de manera permanente hábitos y estilos de vida que contribuyan al bienestar físico y emocional y por tanto lograr una mejor calidad de vida.
En la actualidad, a pesar de toda la información que existe, son numerosas las personas que no mantienen una actitud saludable. A veces es por desconocimiento, pero en la mayoría de las ocasiones se origina porque se han incorporado en el pasado hábitos nocivos, ya sean incorporados desde la niñez o por comodidad o falta de tiempo haber adoptado costumbres alimenticias que no son las mejores.
Es inevitable que, al hablar de alimentación adecuada, florezca la idea de que significa “estoy a dieta, tengo prohibido comer esto o aquello”.
Nada más alejado de la verdad. Una buena alimentación comprende no solo la clase de alimentos que ingerimos, sino la forma, cantidad e incluso la hora en que lo hacemos. Es como armar un rompecabezas, donde las pequeñas partes componen el todo.
Una correcta nutrición refuerza el sistema inmunitario, lo que a su vez conlleva a contraer menos enfermedades y reduce los riesgos asociados a la obesidad y la hipertensión. Como consecuencia, más salud es igual a más productividad y a un mejor desarrollo del potencial individual.
Es importante que estos hábitos comiencen durante la infancia y que los niños tengan consciencia de lo que se debe ingerir y lo que no, porque manteniendo esta actitud saludable podrán disfrutar de una mejor adultez[2].
Actitud saludable
Examinemos algunos hábitos para mantener una buena alimentación y actitud saludable. Estos van más allá de una dieta de alimentos ricos en nutrientes, minerales y vitaminas, pero también actitudes que a veces son pasadas por alto en el devenir cotidiano.
- Comer verduras, frutas y cualquier tipo de alimentos frescos, no enlatados o procesados: Los especialistas recomiendan consumir, por ejemplo frutas de temporada. Estas son las que aportan los mejores nutrientes en cada época.
- Dormir y descansar siete horas diarias como mínimo: El sueño perdido en una noche nunca se recupera al día siguiente. Lo correcto es dormir durante los horarios establecidos por el hábito diario. También evitar acostarse con preocupaciones, pues en estos casos el subconsciente sigue funcionando y afecta la calidad del sueño.
- No automedicarse: La automedicación deteriora el organismo con el paso del tiempo. Los medicamentos deben consumirse regularmente solo si se sufre de alguna enfermedad crónica que requiere medicación específica, o en casos puntuales cuando sea prescrita por el médico.
- Realizar actividades físicas: Desarrollar un estilo de vida asociado a la práctica de actividades físicas reduce el estrés y aumenta el grado de energía y productividad de cada persona. Además, reduce el riesgo de padecer un trastorno cardíaco. En las personas con diabetes, por ejemplo, ayuda a manejar de forma más adecuada los niveles de glucosa.
Construir entornos de vida saludable
No podemos olvidar que cada persona habita en un espacio físico, donde se establecen relaciones mutuas con los demás y que determina la manera de ser. De acuerdo a como nos desarrollemos en cada uno de estos lugares, dependerá también nuestra salud. Un entorno agradable es una de las bases para el desarrollo de una buena alimentación y una actitud saludable, y contribuirá a lograr una vida plena y feliz.
La salud social es un condicionante en la forma en como nos proyectamos con las personas que nos rodean. Todo inicia en el hogar y la familia, de manera que si existen buenas relaciones entre padres e hijos, esto influirá directamente en las costumbres y valores que se inculquen y se transmitan a cada generación. Cuando la sociedad desaprueba algo, esto perturba nuestra salud emocional, y conlleva a la creación de un entorno social poco saludable.
Por lo tanto, es esencial rodearse de personas que aporten a nuestros intereses y compartan ideales parecidos a los nuestros. No se trata de caerles bien a todos, sino de transformar el entorno social en un medio que responda a nuestros conceptos y nos ayude a crecer como seres humanos.
Tabaquismo y alcoholismo: hábitos a erradicar
Son incontables los estudios que existen sobre el tema de estas dos adicciones y mucho se ha hablado sobre sus mitos y realidades. Sin embargo, es difícil argumentar contra las estadísticas.
Dentro de las adicciones, la nicotina es considerada la más adictiva de todas las sustancias. Su principal problema es que, junto al alcohol, es considerada legal y su consumo aún es promovido pese a las advertencias médicas, pues subyacen intereses económicos de por medio.
Lo ideal es no dejar que el tabaquismo se convierta en un hábito, pero si tal cosa sucede entonces se debe intentar dejarlo. Los terapeutas y programas especializados pueden ser de mucha ayuda, aunque es la voluntad la principal aliada si se desea mejorar el estilo de vida.
De igual forma, el consumo excesivo de alcohol afecta las funciones cerebrales. Además de cambiar el pensamiento lógico y el juicio, su ingestión desmedida puede ser la causa directa de enfermedades del hígado y del páncreas, provoca daños al miocardio y causa daño cerebral. Si el alcoholismo es un problema, se debe atajar a tiempo: es necesario buscar ayuda especializada y beneficiarse de las experiencias de otras personas afectadas con anterioridad.
Una vida saludable es una vida libre de estrés
Por último, y no por ello menos importante, debemos tener en cuenta el efecto que el estrés tiene sobre la vida cotidiana. Esta es una reacción fisiológica natural que nuestro organismo utiliza para afrontar una situación amenazante, así que es imposible evitar sentirnos estresados y puede funcionar como motivador en algunos casos.
Sin embargo, un estrés crónico puede afectar la salud, provocar alteraciones en el sueño, ansiedad, cambios repentinos en el estado de ánimo, además de minar nuestro sistema inmune y hacernos susceptibles a las enfermedades.
Una buena forma para combatir el estrés es descubrir cuáles son los factores que lo provocan con más frecuencia y establecer una estrategia para reducir su impacto en nuestro bienestar. Al descubrir la fuente nos permitirá sentir que poseemos más control sobre ellos, y de esa forma podemos trabajar en superarlo. Esto ayudará a mantener una actitud saludable en cada uno de los proyectos que realicemos.
Recuerde: mantener una buena alimentación y actitud saludable es la clave de una mejor calidad de vida, no importa si es en la infancia, la adolescencia, la adultez o la tercera edad. Y nunca es tarde para empezar a aplicar este consejo y cambiar nuestros hábitos a favor de una mejor calidad de vida.
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