La vida son etapas y es normal que nos apetezca pasar de una a otra, especialmente cuando lo que parece que está a la vuelta de la esquina es prometedor e ilusionante. El momento de una pareja de irse a vivir juntos es uno de los más importantes y sin duda debe ser una decisión meditada, ya que una convivencia puede ser lo mejor que les pase a ambos o puede dejar flotando incompatibilidades que podrían terminar con la relación y que, de cualquier otro modo, no habrían surgido. Y, en este punto, al pensar en esto, es normal que surjan ciertas inseguridades en los dos y que en ocasiones se decida retrasar el paso.
Sin embargo, la propia decisión en sí ya puede ser motivo de disputa y es que no siempre las dos personas están preparadas para vivir juntas en el mismo momento de su vida. Y aunque es cierto que puede ser un problema a resolver, no siempre tiene por qué significar algo malo. ¿Sabes eso del “no eres tú, soy yo”? Pues sí, en las rupturas a veces es cierto, aunque se utilice con demasiada frecuencia, pero en el deseo de no irse a vivir juntos, también.
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Inmadurez, el primer problema para vivir juntos
Este suele ser el motivo más habitual por el que uno de los dos miembros de la pareja quiere irse a vivir juntos pero el otro no. Y, en este caso, no suele ser un no rotundo para siempre, si no que es más un “todavía no”. Cuando está provocado por un problema de inmadurez, suele estar marcado por el deseo de esa persona de seguir con sus padres, en un ambiente familiar en el que probablemente se lo den todo hecho.
Esto, al final, refleja inseguridad de enfrentarse a una vida de adultos. Y está claro que, en este caso, no es una cuestión de pareja, si no más bien de un tema personal que puede llegar a convertirse en un problema de dos si finalmente nunca se decide a dar el paso o bien nunca le parece un buen momento para avanzar y salir del nido. Tú, como pareja, lo único que puedes hacer es apoyarle y demostrarle que vas a estar ahí y que irse a vivir juntos no implica perder a su familia, si no empezar la suya propia.
Es demasiado pronto para vivir juntos
Seamos objetivos. Es cierto que estas cosas a veces salen bien, pero si llevas apenas un par de meses con tu pareja, tal vez no sea la mejor decisión irse a vivir juntos ya. Es importante vivir todas las fases y etapas de una relación y eso incluye las citas de los primeros meses, los encuentros furtivos, ir descubriendo poco a poco más del otro… Por eso, si os vais a vivir juntos cuando apenas lleváis unas semanas puede salir muy bien y no “perder el tiempo”, pero también puede ser que simplemente choquéis porque no hayáis desarrollado aún todo el amor suficiente para que la pareja sea estable.
Por eso, si uno de los dos cree que es demasiado pronto, sería interesante hacer un examen de conciencia y comprobar si realmente está en lo cierto o si solo es una excusa. ¿Y quién mide cuándo es demasiado pronto y cuándo no? Solo lo sabéis vosotros, según el estado en el que se encuentre la relación.
La relación no va bien
En el otro lado de la moneda está el caso contrario. Es posible que la relación esté algo deteriorada y que incluso uno de los dos miembros esté planteándose la posibilidad de dejarlo. El otro, casi por miedo o por intentar retener a la fuerza lo que se le está escapando, puede proponer irse a vivir juntos, casarse o incluso tener un hijo. Esto suele ser bastante habitual y en la mayoría de los casos, al final, es un error. El índice de que la cosa fracase y encima tengas un problema mayor es alto. ¿Puede salir bien? Sí. ¿Lo normal es que salga mal? También.
Por lo tanto, si la relación no va bien, sed sinceros, buscad dónde está el problema y si los dos estáis dispuestos a arreglarlo por igual. Si no llegáis a consenso, tal vez lo mejor es buscar otras alternativas que, a la larga, os puedan hacer más felices a los dos. Vivir juntos debe ser un paso que se dé con ilusión, un momento bonito y especial, y no debes vivirlo como un camino para tratar de salvar algo que, quizá, no se debería salvar. Si la relación no va bien, habladlo, y si tú pensabas que iba bien pero el otro no, habladlo más aún, porque está claro que, además, existe un problema de comunicación.
Hay problemas económicos
Hoy en día las relaciones son bastante equitativas en términos económicos. Y menos mal. Y aunque es cierto que en casa cada cual se organiza como quiere, si existen ciertos problemas económicos es normal que una de las dos partes sea más reticente a la hora de empezar una convivencia. Vivir juntos e independizados, si hasta entonces se vivía con los padres, supone un cambio grande para el bolsillo y hay que hacer frente a unos gastos que antes no se tenían: alquiler o hipoteca, comida, recibos, facturas, imprevistos…
Sé sincero: ¿tu pareja y tú tenéis posibilidades económicas para afrontarlos? ¿Hay mucha diferencia en el poder adquisitivo de cada uno y tal vez esto es lo que os está frenando? Analiza la situación de manera fría, pero sensata, poniendo los datos sobre la mesa, analizando ingresos y gastos y valora si realmente os podéis ir a vivir juntos o si es un capricho que, por ahora, no os podéis permitir.
No quiere que os vayáis a vivir juntos porque no quiere perder su libertad
Hasta ahora, todos los puntos expuestos parecían bastante sensatos, con algún matiz en el de la inmadurez. Sin embargo, hay otro motivo que frena a algunas personas a vivir en pareja y que es muy importante que habléis entre los dos a tiempo porque, a fin de cuentas, no es más que un “hacia dónde va lo nuestro”. Y cuanto antes os lo preguntéis, mejor, menos tiempo perderéis ambos (o no).
El caso es que hay que diferenciar entre una libertad de querer tener tu espacio a la libertad de querer hacer ciertas cosas que no se deben hacer en pareja (faltas de respeto, infidelidad, priorizar amigos todo el tiempo y ver a la pareja como un estorbo…). Si es así, hay que hablarlo, que los dos tengan las cartas sobre la mesa y saber si realmente en algún momento se querrá vivir en pareja o no y sobre si esa “libertad” se está utilizando para mentir y ocultarle cosas a la pareja. ¿Es el caso? Entonces, hemos llegado a un punto importante, tal vez de no retorno.
En definitiva, lo habitual es tener ganas de irse a vivir en pareja, pero no siempre puede ser, por causas externas. Una buena comunicación os ayudará a entender qué está pasando en realidad.
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