En artículos anteriores ha quedado establecido que la obesidad y el sobrepeso son el mejor escenario para propiciar el padecer de enfermedades de las llamadas crónicas, como son, solo a modo de ejemplo, la hipertensión y la diabetes, y estas se encuentran afectadas por la alimentación que se recibe desde la infancia.
Pero ¿podemos darnos el lujo de tener pendiente el peligro de padecer de enfermedades de este tipo si podemos evitarlo?
Y es el caso, pues para evitarlas depende tan solo de tomar medidas adecuadas desde los primeros años de vida, fundamentalmente relacionadas con la alimentación. Y es que el nivel de salud que se disfruta o padece cuando se llega a la adultez es consecuencia de lo que se ingirió en la infancia. Tan sencillo como eso.
Y es así que se refiere en la literatura médica que en el orden del 60 % de los hábitos de vida se consiguen en los primeros años de la existencia del niño. De esta forma se puede lograr que la salud cardiovascular de ese niño mejore hasta un 35 % cuando llegue a la edad de adulto.
Si a esto le sumamos que se pueden evitar muchos de los denominados factores de riesgo, como pueden ser el mal hábito de fumar u otras costumbres de usar productos tóxicos, como son otras drogas o la ingestión excesiva de alcohol, arroja que las posibilidades de optar por una mejor calidad de vida es tan real que el despreciar esta posibilidad sería atentar irresponsablemente contra la existencia misma.
Otra arista a considerar son los factores psicosociales positivos en la etapa de la infancia y la juventud, es decir desde que nace hasta los 18 años.
Todos ellos de conjunto coadyuvan a que el pronóstico de salud cardiovascular sea mucho más alentador que si no se atienden a tiempo.
¿Cómo podemos influir en una mejor alimentación en la edad de la primera infancia?
Sobra señalar que en esta etapa de la vida del niño la elección de los alimentos no se encuentra exenta de estar influida por que los niños seleccionan los alimentos de acuerdo a su percepción sensitiva, es decir los sabores y colores así como la contextura que presentan.
Coincidentemente los que resultan más atractivos no son los más nutritivos y adecuados para lograr una buen salud.
Otro factor a considerar en este cuadro de la repercusión a largo plazo de los malos hábitos en la alimentación del niño durante la infancia, y que resulta para nada despreciable, es el predominio del “apuro”, por llamarlo de alguna manera, cuando se trata de la atención al niño. Es frecuente que se complazca al niño y se le den los alimentos que el desea, o los que resultan más fáciles de preparar o de obtener, y dentro de esto están las bebidas embotelladas o enlatadas, ricas en azúcares y para nada saludables.
En esta categoría también encontramos la llamada “comida chatarra”, como pueden ser hamburguesas, hot dog, u otros que habitualmente se acompañan de papas fritas y otros alimentos para nada saludables.
Todo esto se encuentra bajo la influencia de otro factor no despreciable. Me refiero a que la alimentación del niño es reflejo de las malas costumbres que tienen los padres o maestros. Y el niño es reflejo de lo que ve en la casa y en la escuela, es decir, si los adultos tienen malas prácticas en su alimentación, ese será su patrón. Si los adultos no comen vegetales y verduras, ellos tampoco.
La consecuencia no se deja esperar y ahí aparece la desnutrición, sobre todo cuadros carenciales de micronutrientes y el desbalance energético que conduce a la obesidad, y está a la posibilidad de padecer hipertensión y diabetes cuando se es adulto.
Ahí tienes algunas razones de por qué debes mantener una adecuada alimentación desde la infancia temprana.