Estamos en un momento de la historia en el que, casi sin darnos cuenta, tratamos de volver a los orígenes, a lo natural, a lo más saludable. En una era en la que la comida rápida trata de imponerse como único concepto de vida, en el que las cadenas de restaurantes cada vez ofrecen menos opciones sanas y en el que la salud de todos nosotros se está resintiendo, dando lugar a enfermedades hasta ahora desconocidas, y llegando incluso a ser una causa de mortalidad, es importante preocuparnos más por lo que comemos. Para eso llega NutriScore.
NutriScore es un nuevo etiquetado nutricional que otorga una puntuación a los alimentos según lo sanos o insanos que son. Los realfooders están de enhorabuena. Pero no todo son buenas noticias: aunque es un sistema útil, no es definitivo y tiene bastantes limitaciones que pueden conducir a malentendidos.
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¿Qué es NutriScore?
Como decíamos, NutriScore es un sistema de etiquetado nutricional que ya ha sido aprobado en España y que se espera que esté totalmente implantado a principios de 2020.
Aunque sea ahora cuando está llegando a los supermercados, no es una idea nueva. De hecho, está basado en un algoritmo desarrollado en 2005 en la Universidad de Oxford. Diez años después y ante claras incongruencias en esta escala de puntuación, el Consejo Superior de Salud Pública de Francia introdujo nuevos criterios para lograr un mejor acercamiento a la realidad.
La primera marca de España en utilizar NutriScore ha sido Eroski. A la cual, muy pronto, se sumarán muchas más.
El principal objetivo de NutriScore es ayudar a los consumidores a reconocer de manera rápida si un alimento es saludable o no. Puede parecer algo sencillo, pero no siempre es así. Mucha culpa de esto la tiene la publicidad, quien, a base de reclamos no siempre demasiado éticos, nos hacen creer que estamos ante un producto muy sano, cuando en realidad puede tratarse de uno de los peores ultraprocesados que le podemos echar al cuerpo.
Cómo interpretar el etiquetado de NutriScore
NutriScore pretende ser una ayuda sencilla y visual para que todos, con o sin conocimientos de nutrición y salud, podamos saber qué estamos comiendo. Los productos que lleven este sistema mostrarán en su parte frontal una etiqueta de color. De mejor a peor, el consumidor verá el color verde oscuro, verde claro, amarillo, naranja y rojo. Además, también estará resaltada una letra, de la A a la E, que también va de lo más sano a lo menos saludable.
De este modo, y como ejemplo, si nos encontramos ante un producto verde oscuro con la letra A, es un producto muy saludable. Un producto C amarillo no es del todo saludable, pero tampoco es lo peor que podemos consumir. Los productos E rojos son auténticas bombas para la salud.
¿Qué se tiene en cuenta para este etiquetado?
El algoritmo que sigue NutriScore se basa en una operación matemática en la que se da puntuación positiva a fibra y proteínas, mientras que se otorga puntuación negativa al azúcar, las grasas saturadas, la sal y las calorías.
Pero, lamentablemente, NutriScore no es perfecto y todavía estamos lejos de conseguir un sistema que realmente informe al consumidor de lo mejor y lo peor que puede comer.
Entre sus mayores limitaciones se encuentra el hecho de que, por ejemplo, solo aplica a alimentos con más de un ingrediente. Lo cierto es que, si atendemos a los principios del Real Fooding promulgados por Carlos Ríos, el nutricionista más famoso del momento, todo aquel alimento que esté compuesto por solo un ingrediente es comida real y, por tanto, saludable. Pero el no tener una clasificación para estos alimentos nos hace no poder discernir sobre cuál es más saludable que el otro. Además, es voluntario, por lo que es la empresa la que decide si etiquetar sus productos o no.
A nivel de tener en cuenta la composición de los alimentos, NutriScore también ha olvidado temas importantes. Por ejemplo, no premia las grasas insaturadas ni penaliza los edulcorantes. Tampoco se tienen en cuenta la calidad de los diferentes tipos de proteínas, por poner un ejemplo. Todo esto hace que dos alimentos que pueden ser totalmente diferentes obtengan la misma clasificación, aunque su nivel de salubridad sea dispar.
Está claro que la Salud Pública necesita algo más que este indicador, pero, por ahora, para crear conciencia y dar un paso adelante en este sentido, no es una mala opción.
La publicidad es el mayor enemigo de nuestra salud
Solo hace falta entrar en grupos de nutricionistas y especialistas en la materia para entender que todavía queda muchísimo por aprender para comer bien y sobre todo para comer sano. Es muy fácil caer en el error de medir la salubridad de un alimento en función de las calorías pero, a la hora de leer un etiquetado, son muchos otros los factores en los que nos debemos fijar.
Sobre todo esto es lo que tenemos que tener claro: no revises el envase, fíjate siempre en la etiqueta nutricional. ¿Por qué? Porque los envases los realizan normalmente en el departamento de Marketing, donde vender más es la única prioridad. Por eso, es frecuente utilizar palabras o frases atractivas cuyo valor ético se puede coger con pinzas. Por ejemplo, es habitual ciertos productos que afirman estar “enriquecidos con calcio” y, si los comparamos con otros de la misma familia, tienen muchísimo menos contenido de calcio. Lo mismo sucede con los light o incluso con las galletas tipo “digestivas”, que se pueden denominar así por tener algo más de fibra, pero ser una bomba de azúcar.
Este tema se vuelve aún más complicado en el caso de la alimentación infantil, donde se usan reclamos tanto para los padres como para los niños. Personajes de dibujos, colores muy llamativos, formas geométricas… todo esto suele buscar esconder que se trata de un producto insano. Cereales azucarados, bollería, galletas y zumos suelen ser la base de la alimentación de un niño en su desayuno y estamos cometiendo un gran error. ¿El envase dice lo contrario? Prueba a mirar bien la etiqueta nutricional para comprobar si realmente es tan sano como dicen.
En cualquier caso, no debes olvidar que el mejor alimento es aquel que sea totalmente natural. Frutas, verduras, hortalizas, frutos secos, carnes sin procesar, pescados… Evita los ultraprocesados, una vez que los conozcas los reconocerás a la legua, y opta más por lo natural. Este tipo de productos no tienen que ser aburridos, reeduca a tu paladar para que seas tú quien decida qué comer y no te dejes llevar por la publicidad.
Esto es precisamente lo que promueve el movimiento real fooding y lo que se trata de conseguir con etiquetados como NutriScore. Una opción que, como ya hemos visto, no es suficiente y a la que aún le quedaría mucho por madurar para ser realmente una buena alternativa para informar a los consumidores pero que, de cualquier modo, supone un paso adelante en esta vuelta a los orígenes, en esta necesidad imperiosa de cuidar nuestra salud a través de la alimentación. No olvides que, como se suele decir, somos lo que comemos. Y qué gran verdad es.
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